Mercados, género y pandemia




¿Caserita, desea frutas para el futuro?
Mercados, género y pandemia

                                                      Por Carolina O. Fernández

Recuerdo los almuerzos familiares en casa de dos hermosas tías. Cada almuerzo era un ritual de preparación y degustación de los más esquistos platos de nuestra cocina que concluían en bellas sobremesas y los juegos dominicales. En casa era  distinto, a mamá no le gustaba cocinar pero lo hacía en su triple jornada laboral hasta que aprendimos, desde muy pequeña, a compartir diversas responsabilidades desde lavar, limpiar, cocinar, cambiar caños o el plomo eléctrico, etc., etc., al mismo tiempo que leer, escribir, decir un poema, soñar y acompañarla en eso que se suele llamar aprender a <<ganarse la vida>> ¿Si hubiese tenido un hermano también le hubiera enseñado? No estoy segura.  

Hoy en día,  a numerosas  niñas y ni qué decir  a los  niños  en los sectores populares (con excepciones)  no se les enseña nada manual porque sus madres y padres aprendieron en casa de los patrones que la labor <<manual>> constituye  una tarea poco digna ejercida solo por los no <<blancos>> .
Para el orden patriarcal vinculado estrechamente con el capitalismo, las labores  de cuidado no valen absolutamente nada y es lo que la mayoría ha internalizado como algo <<natural>> cuando en realidad constituyen  un conjunto de saberes manuales, intelectuales y afectivos aprendidos durante miles de años y han sido y son el sostén de la familia y de la acumulación sin fin de capital.  Sin las labores / economía del cuidado no se reproduce la fuerza laboral ni resiste ningún orden social. 

Por lo que si nos preguntamos ¿qué es aquello que no puede parar en estos días marcados por la pandemia global?

Lo que sabemos todes es que su repercusión en las familias es notable, las mujeres son las que sobrecargan aún más con las tareas de cuidado y prevención, sin dejar de reconocer que existen varones que asumen la voluntad de quebrar esta desigualdad, pero son aún muy pocos. Tampoco puede parar el cuidado sanitario, la limpieza pública y la producción agrícola, todos ellos  implican cuidado y suelen asociarse a prácticas femeninas, ¿será éste otro factor más para su desvalorización y abandono por las políticas públicas?

El cuidado practicado sobre todo por las mujeres, contribuye a que sean ellas las que salgan a  comprar en tanto  temen que no se suministre bien el escaso presupuesto y porque prefieren arriesgarse ellas a poner en riesgo la vida de los demás miembros de su familia. Estos son algunos  motivos por los cuales los mercados de barrio y las bodegas han sido y son abarrotados generalmente por las mujeres que se apreció en toda su magnitud cuando el gobierno peruano clasificó los días de salida por género. Además, recordemos que los mercados son espacios públicos de encuentro, de intercambio emocional y de saberes, no son estrictamente  espacios exclusivos de intercambio  monetario y de valor de cambio.

Las amas de casa al ir al mercado de barrio, saborean, examinan, observan cada hortaliza, fruta, proteína que adquirimos (me incluyo), apreciamos el color, la textura, el olor, su blandura, su madurez,  el brillo, su dureza, serenidad y templanza (1), su peso correcto; si dudamos o no sabemos qué escoger o qué comprar pedimos ayuda o antes de solicitarla, es posible que la persona  que atiende y lee nuestras expresiones gestuales y corporales pregunte por ejemplo ¿caserita quiere frutas para el futuro? 
Si  se ignora algo culinario, sabemos  que alguna de las  amas de casa  a las que encontramos o la persona que atiende y nos sorprende muchas veces con una yapita de yerba buena y perejil,  nos ayudarán a resolver el problema. 

Otras veces solemos comprar con prontitud y retornar de inmediato porque ejercemos doble o triple jornada laboral (aún en cuarentena), mas siempre hay algunos momentos en los que nos detenemos  y compartimos o escuchamos divertidos o acongojados diálogos. 
Para numerosas mujeres,  salir del hogar es un momento para aliviar las tensiones familiares o espaciales en casa, que se agrava sobre todo cuando se convive con agresores.

En estos días de un privilegiado resguardo en casa, surgen mil preguntas e incertidumbres, y sólo hay algo que se  reafirma en mí,  la urgencia de aprender a vivir con lo imprescindible al amparo de la economía del cuidado en comunidad, sin el divorcio del trabajo manual e intelectual para todes, respetando las individualidades y disidencias;  sin que la casa se convierta en una familia fábrica para la acumulación asfixiante de las grandes corporaciones, en tanto me niego rotundamente a vivir sin abrazos, sin besos y sin disfrute  en un mundo que ha producido  tanta  desigualdad e injusticia y que contribuye al exterminio de la vida no humana. 



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