El fuego de la primera creación en Venus en la caverna


                                
El fuego de la primera creación en Venus en la caverna 
                                                                de Rosina Valcárcel (1)


Por Carolina O. Fernández



Es para mi un honor comentar Venus en la Caverna de nuestra querida Rosina Valcárcel

Carnero,  publicado por el Fondo Editorial Cultura Peruana en noviembre de 2019. 

El libro tiene  un  diseño semejante a las partes de una  acogedora casa,  la primera parte -que lleva el título del poemario- ubica el lugar desde el cual  enuncia el yo poético  Venus.  La segunda parte comprende  un “Espacio para jugar” con la familia y  las entrañables amistades,  en la que encontramos  poemas dedicados a sus hijas, a Luana, su nieta y a sus camaradas. El tercer capítulo está dedicado al   “Patio de peregrinos” lugar desde el que ofrece hospitalidad a las amadas y amados poetas y los amigos viajeros; el cuarto, “Cartas a Zorba”, es el canto al amor: <<Amor, escucha la hierba de nuestra risa y acude a la cita. /¿Por qué tus armas son gorriones  en el aire, amor y no rosas?>>

Le siguen: “Dar el giro” y  “Cantar azabache”. Comprende además una dedicatoria general y la bella introducción de José Li Ning Anticona. La portada lleva un bello retrato de la autora dibujado por el artista plástico Carlos A. Ostolaza. 

El yo poético  Venus/Dama de Cao viaja del pasado al presente y viceversa, con el propósito de no perder el fuego, la ternura, el calor de la primera creación.

La caverna,  la guarida, la cueva madre,  la casa, el hogar es el lugar donde subyace Poesía, la ofrenda  sagrada de la creación. Abrir el libro es como abrir la caverna hogar a sus camaradas y lectores; es decir, a la familia ampliada, porque sin ella  la poesía  no existe. Desde la caverna se respira  y se despliega en soledad un grito a veces mudo. De la caverna emerge el temblor, la inmensidad , lo inefable, el amor, el desamor.


Un epígrafe de Víctor Hugo inaugura la obra: “La insurrección es muchas veces una forma de resurrección”, y es que en un contexto de violencia estructural y simbólica que atraviesa todas las instancias de la vida, sublevarse es una manera de reinventarse y volver a nacer. Venus en la caverna constituye un renacimiento.

El yo poético mujer abre  el cuerpo textual  con un amoroso saludo a sus hijas, a sus grandes amigas y camaradas de todos los tiempos. Los poemas están dedicados a ellos, a cada miembro de su familia  nuclear y  a su familia ampliada, de esta manera configura los núcleos y el tejido textual en un contexto  de grandes carencias y de  sed voraz de compañía. El  libro es un canto a la amistad, a la exploración del yo, a la urgencia de aliviar la intensidad de la soledad y  un reconocimiento a  la militancia política.


En esta ocasión quisiera referirme, de manera introductoria,  a tres poemas del primer capítulo. En el poema La cueva, dedicado a Gladys Acosta, compañera feminista, apreciamos que el sustantivo femenino del título nombra el lugar de recogimiento y refugio de los primeros humanos, es una exploración poético antropológica de lo que pudimos ser, la mujer descubre el fuego del amor y el hombre la urgencia de las armas. Veamos:


En la cueva vive el hombre y el arte rupestre

En la cueva donde hemos nacido

Están la hembra redonda y su cría

Las piedras de cuarzo arrimadas

La imagen primitiva de nuestros sexos

El macho está alerta

Los ojos de la mujer inventan el fuego

El hombre celebra a la hembra y sus pechos

Sangre, leche, dientes de plata

En la cueva el hombre afila sus armas

La mujer crea sus sueños

Enrollada con un caracol

La Venus de la caverna

La que ha de vivir tras morir sus frutos

Viento, máscaras y espejos.


Mientras que, el poema “Venus en la caverna” nos  induce a observar un objeto de marfil de 6 cm de altura que fue esculpido hace 35000 mil años en la era  del paleolítico y que fue   hallado el 2009 en una de las cuevas de Hohle Fels, Alemania, según da cuenta Tana Oshima.   En esta imagen  se resalta los atributos sexuales femeninos: los senos, la vulva, las manos. De modo semejante, en el poema, el yo poético se interroga sobre si misma, su corporalidad y su genealogía materna. Veamos la primera estrofa:


1

¿Quién fue mi madre, quien fue mi abuela?

Al inicio soy una mujer muy alta de pasos firmes

En las oscuras paredes de la cueva

Muerdo mi lengua de jacarandás

Y se las doy de comer a mi crío

La falta de aire me abruma

Y la sed me agita al atardecer.


En la segunda estrofa, se interroga sobre la configuración histórico identitaria de ser mujer, examina su desconocido rostro,  su naturaleza corporal, sus brazos, su fertilidad, su vientre, su vulva, su confuso pensamiento, la posibilidad de ser descendiente de  la Venus de Brassempouy, más tarde de la Venus de Willendorf, veamos:


Fui hecha en la pared de una covacha

¿Por qué mi bella cara prieta es inexistente?

¿Mis cálidos brazos muy pequeños?

¿A mis pies caminantes casi no se les puede ver?

Tiempo después soy una Venus

Me imagino la figura de una fértil mujer desnuda

De pocos centímetros de alto

Piso la tierra ocre rojizo entre piedras y pétalos

Escucho al  viento silbar y a los pájaros hacer de las suyas

Mi vientre de  señas de haber parido prole fecunda.

Mis amplios pechos curvados amamantan a los críos

Y son escudos para protegerse de la adversidad

Mi vulva expresa intensa vida sexual reproductiva

Mis nalgas son voluminosas

Mi cabeza está desfigurada …

Mi frente arde y siente mirar uno de mis senos

¿Seré la iconografía de la Venus de Brassempouy? 

(…)

Soy el dibujo de una mujer que existe en alguna caverna.

Soy la Venus Willendorf, la gloriosa exhumada el año 1908


Finalmente, el yo poético se redescubre  en la dama de  Cao: <<¿ Soy los Andes de Sérvulo Gutiérrez?/ ¿ Soy la dama de Cao?>>


En “La Guarida”, texto dedicado a Diana Avila, la familia nuclear se abre a la familia ampliada, la cueva madre acoge a sus amadas y amados camaradas:

 

(…)

 Casi a 100 metros del océano Pacífico

Sobre arenillas tangibles

El amor elige su guarida 

La nube azul cobalto enlaza lenta y con ojo cómplice

Una carga de volantes desheredados

Salvar a los compañeros

Nada se parece al infinito eco del mar

Ahí, amiga, es el inicio del esplendor

Donde aves erizadas no desgranan ansiosas la barcaza.


Y es así que Venus en la caverna abre las puertas de su hogar a las lectoras y lectores como una ofrenda en poesía. 




(1) Texto leído en la presentación del libro el 2019.

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