La casa umbría de Leda Quintana Rondón




La casa umbría de Leda Quintana Rondón

 Por: Carolina O. Fernández


Conocí a Leda Quintana Rondón el año 2000 en una presentación de libro de nuestros  amigos de  Cultivo, en  el Ekeko, aquí en Barranco; desde entonces estrechamos una gran amistad. Sabemos que Leda  escribe desde hace muchísimo tiempo y que vive en poesía, por eso La casa umbría, (Astronómica, 2021), su primer libro, ha sido uno de los más esperados. Agradecemos a Nicolás López- Pérez el cuidado de la impecable edición junto a las imágenes de Rosamar Corcuera y Liliana Avalos  

Siento que La casa umbría ha ido tejiéndose en diálogo con  <<Poesía, mano vacía ... >> de  Martín Adán en Diario de poeta (1975); ya que además de ser el título, es uno de los versos que acompaña el epígrafe con el que comienza el libro, precedido de una dedicatoria dirigida a modo de ofrenda poética a cada uno de los miembros de su amada familia. 

En La casa umbría se diseñan espacios y acontecimientos de la querencia familiar, que fluyen de los andes a los valles costeros, en atmósferas de ternura, dolor,  sueños, racismo y violencia. El epígrafe mencionado de Adán que introduce la atmósfera de  la voz poética dice así: <<Poesía, la casa umbría/ La de fuera de mi pisada… /Poesía, la aún no hallada / Casa que asaz busco en la mía􏰀 >>

Casa alude a  caverna, hábitat,  cuarto propio, espacio,  cuerpo,  país y  a la misma  poesía que nos acoge y nos sostiene.  Umbría  nos hace sentir la sombra. En Occidente, ésta adquiere un tono dramático, en cambio, de Oriente emerge   <<el elogio de la sombra>>, como bien nos lo recuerda el extraordinario ensayo de Junichirò Tanizaki.

Ante la angustia de la existencia, se aprecia la búsqueda de un espacio y tiempo capaz de  dar soporte y abrigo. Esta cimiente, desde mi punto de vista,  puede ser la familia, la memoria, un país, un horizonte utópico, entre otros. Esta añoranza contrasta con la realidad configurada,  ya que en  La casa umbría  habitan escombros, harapos pero también sueños, como bien lo precisa el epígrafe de Nicolás López-Pérez.

En esa búsqueda, la escritura es un acto ritual  de introspección  y sanación, un proceso semejante a la ceremonia de ayahuasca, a la que alude, en la búsqueda de un lenguaje propio. Escribir es sumergirse en el interior,  explorar y arrojar lo que se lleva dentro, pero hay tanta resistencia a ver nuestro interior,  a descubrirse a reconocerse en él.

La primera sección se inicia con un sujeto poético niña que viaja entre las sombras a fin de entender su propia casa, es decir el propio ser en su continuo siendo. Rememora lo sombrío ligado  al dolor, a la angustia de perder a la madre, a la desesperación de ver a la:  “madre degollada/ en la Casa umbría”, el yo poético niña  <<llora grita por ella y las abuelas>>. (Ceremonia)

La madre es una metáfora de casa y país, espacio y tiempo en el que las mujeres supervivimos  batallando todo el tiempo contra  los “nueve monstruos”: <<La niña da a luz a la madre en su poema /y la madre da a luz una casa/y todas las casas arden en tu cuerpo / por fin puede luchar  “contra los nueve monstruos” (Primer poema)

En su reencuentro con la memoria familiar, aparecen vestigios de los espacios que fueron habitados. Primero se despliega la quinta de su infancia, en cuyas imágenes aparecen niños sin pies que la asustan (Mis casas despiertan). Es recurrente esta imagen en la que a los personajes les falta los pies o la voz, como la niña muda que observa y ve la imagen de Huasta, de la laguna y la huerta, símiles de nuestras ancestras que despiertan en su memoria. O las personas sin cabeza. Estas faltas suelen asociarse a  inseguridad, a ansiedad y desaliento en la que crecen las niñas en nuestro país. El degollamiento a conflictos desencadenantes de violencia política asociado al asesinato de un familiar en Huasta. La casa se convierte en la plaza de sangre de los degollados en los andes del norte del país, empieza allí un peregrinaje junto a su padre, llegan juntos a Chayara-Yauyos. Se configuran imágenes de los conflictos familiares, la agresión entre hermanos, los cambios en el cuerpo de una niña, los ciclos de fertilidad que para la autoridad del abuelo constituyen una amenaza: “Si algo le pasa a mi hija, te mato por no saber aconsejarla”

La niña se hace joven, destellan  algunas imágenes del nuevo hogar,  el primer departamento, que siendo  música y ternura, se fue transformando en dolor y abatimiento. La familia opta por abandonarlo  y viaja a otro espacio  con un amplio pasadizo, allí la muerte ronda, las heridas se multiplican, el yo poético mujer adulta intenta <<salvarlos>> y salvarse. Retorna a su primer departamento e intenta aprender a reconocer  su umbría amable, a mirarse a sí  misma en el espacio que es su propio cuerpo.

La casa umbría  es también un homenaje a la amistad, a la familia poética y a la poesía entendida como una acogedora y sostenedora sombra. Es un homenaje a numerosos y entrañables amigues, entre ellos Virginia Benavides, Miguel Ildefonso, Fio, Orfi, Laurita,   Rudy Pacheco ( poeta <<Saturno, el poeta del tiempo>>) y a la querida poeta Rosina Valcárcel. Un epígrafe suyo inicia <<Viajes>> en la segunda parte del libro: <<Una mujer canta/ en medio de sus muertos/ Peregrino avanza hacia la luz>>,  con el cual el yo poético  anuncia la posibilidad de reencontrarse consigo misma en sanación y renacimiento junto a un colectivo de hermanas reunidas en La casa umbría como lo estamos esta noche. (Agradezco infinitamente la acogida de uno de mis versos en una de sus páginas).

Barranco, 9 de septiembre de 2021


Comentarios

Entradas populares